lunes, 10 de agosto de 2009






Te vi. y te amé.
Sentí que tus ojos lánguidos y tristes
penetraban en mí .
Un halo de esperanza vi brillar en ellos
estrella fugaz de vida suplicante.
Juré en silencio
para siempre adorarte.

Te hablé y te amé.
Las palabras brotaron de mi alma,
aunque intentaba en vano retenerlas,
nada pude hacer para contenerlas
de mi garganta en silencio,
nacieron poemas para venerarte.

Te acaricié y te amé.
Tu piel transparente,
hizo despertar mis dedos errantes,
mis manos volaron, vivieron
aprendiéndote en silencio.
Por fin y por ti lo entendieron,
fueron creadas para acariciarte.

Te amé y te amé.
¡Ay niño, tanto te amé!
sentí clavarse tu sangre en mi sangre,
se paró el tiempo,
volví a nacer para, eternamente,
amarte.

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