martes, 29 de enero de 2008

Mis Amigos




Hay muchas personas k para mi son importantes

las k siempre están en las buenas y malas de mi vida..

akellas k extienden su mano, cuando tu te ves perdida

cuando no sabes en kien confiar o mas aun ..

cuando estas sola y no tienes el hombro deseado para llorar.

Siempre cometemos errores ..

pero lo bueno k al menos yo ..saco lo mejor de ellos

cuando entre a este mundo ciber no tenia idea de pc
pero con el tiempo aprendí lo básico .. luego..

descubrí muchas cosas... una de las cuales fueron amigos

amigos fieles .. sinceros y dulces.. de los cuales me siento orgullosa

también aprendí a kerer .. a kerer sin miedo a nada

a kerer sinceramente dando lo mejor de mi ...

a luchar por lo k creí y también a saber perder y retirarme...

hoy .. miraba las fotos de mis amigos .. si , como la palabra lo dice AMIGOS

a los k hago parte de mi ...

me conocen y saben k es lo k me gusta ...

me han visto reír y llorar...

soportan mi sarcasmo y mis ironías despiadadas

en fin .. me aceptan como soy.-

y hoy los kiero recordar ...







lunes, 28 de enero de 2008

Mi Fe

"FE"
UNA HISTORIA DE MILAGROS

Tres personas iban caminando por una vereda de un bosque; un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante alumno del sabio.
Terrateniente: "Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa y que inclusive puedes hacer milagros".
Sabio: "Soy una persona vieja y cansada... ¿Como crees que yo podría hacer milagros?".
Terrateniente: "Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos..... esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso".Sabio: "¿Te referías a eso?... Tu lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso... no un viejo como yo. Esos milagros los hace Dios, yo solo pido se conceda un favor para el enfermo, o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo". Terrateniente: "Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que tu haces..... muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios".
Sabio: "¿Esta mañana volvió a salir el sol?". Terrateniente: "Si, claro que si!!".
Sabio: "Pues ahí tienes un milagro..... el milagro de la luz". Terrateniente: "No, yo quiero ver un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra.... mira, hay un conejo herido junto a la vereda,tócalo y sana sus heridas".
Sabio: "¿Quieres un verdadero milagro? No es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?".
Terrateniente: "Si!! Fue varón y es mi primogénito".
Sabio: "Ahí tienes el segundo milagro.... el milagro de la vida".
Terrateniente: "Sabio, tu no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro..."
Sabio: "¿Acaso no estamos en época de cosecha?, no hay trigo y sorgo donde hace unos meses solo había tierra?".
Terrateniente: "Si, igual que todos los años".
Sabio: "Pues ahí tienes el tercer milagro...."
Terrateniente: "Creo que no me he explicado. Lo que yo quiero...." (el sabio lo interrumpe)
Sabio: "Te has explicado bien, yo ya hice todo lo que podía hacer por ti...Si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte,yo he hecho todo lo que podía hacer". Dicho esto, el poderoso terrateniente se retiro muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba. El sabio y su alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba muy lejos como para verlo que hacían el sabio y su alumno, el sabio se dirigió a la orilla de la vereda, tomo al conejo, soplo sobre el y sus heridas quedaron curadas; el joven estaba algo desconcertado... Joven: "Maestro te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿Por que te negaste a mostrarle uno al caballero?, ¿Por que lo haces ahora que no puede verlo?".
Sabio: "Lo que el buscaba no era un milagro, sino un espectáculo. Le mostré3 milagros y no pudo verlos. Para ser rey primero hay que ser príncipe,para ser maestro primero hay que ser alumno... no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día que aprendas a reconocer a Dios en todas las pequeñas cosas que ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas mas milagros que los que Dios te da todos los días sin que tu se los hayas pedido".

tengo fe .. k algún día descubrirás kien soy ...

lo triste k ese día no estaré ahí .-

miércoles, 23 de enero de 2008




Sintiendo sentada en mi balcón .. como el viento juega con mi pelo...pensando...

k sera de ti... k sera de akella persona k un día saco una sonrisa de mi sincera...

k un día me hizo soñar regalándome el mundo..

no se ... y no kiero saber...

k este mismo viento k hoy juega con mi pelo.. k juegue con mis recuerdos...

y k se los lleve con el, hasta donde? .. no se ...

hasta donde mi mente no pueda recordarte...

un día pasara ..cuesta pero se puede ...

eso me dijo un amigo .. aunke no es lo mismo k me dice mi corazón ..

te extraño...



soy una princesa en un castillo de cristal

martes, 22 de enero de 2008

Renovada

He regresado de mis vacaciones .. ufff geniales, me tocaron unos días de envidiar..
la mar como siempre ..tibia .. rica .. disfrute al máximo y llegue renovada y feliz ...
hoy entre en la sala del latín .. para ver k onda si algo cambiaria en mi y kede bastante bien
al ver y sentir k me da lo mismo entrar .. k siempre es lo mismo y todo monótono...
necesitaba eso .. cerrar mas etapas .. mas aun de las k ya estoy cerrando y k me hace crecer cada día mas..
me gusta mi vida .. me gusta vivir ..

viernes, 11 de enero de 2008

La caja de oro

Siempre la había visto sobre su mesa, al alcance de su mano bonita, que a veces se entretenía en acariciar la tapa suavemente; pero no me era posible averiguar lo que encerraba aquella caja de filigrana de oro con esmaltes finísimos, porque apenas intentaba apoderarme del juguete, su dueña lo escondía precipitada y nerviosamente en los bolsillos de la bata, o en lugares todavía más recónditos, dentro del seno, haciéndola así inaccesible.
Y cuanto más la ocultaba su dueña, mayor era mi afán por enterarme de lo que la caja contenía. ¡Misterio irritante y tentador! ¿Qué guardaba el artístico chirimbolo? ¿Bombones? ¿Polvos de arroz? ¿Esencias? Si encerraba alguna de estas cosas tan inofensivas, ¿a qué venía la ocultación? ¿Encubría un retrato, una flor seca, pelo? Imposible: tales prendas, o se llevan mucho más cerca, o se custodian mucho más lejos: o descansan sobre el corazón o se archivan en un secrétaire bien cerrado, bien seguro... No eran despojos de amorosa historia los que dormían en la cajita de oro, esmaltada de azules quimeras, fantásticas rosas y volutas de verde ojiacanto.
Califiquen como gusten mi conducta los incapaces de seguir la pista a una historia, tal vez a una novela. Llámenme enhorabuena indiscreto, antojadizo y, por contera, entremetido y fisgón impertinente. Lo cierto es que la cajita me volvía tarumba, y agotados los medios legales, puse en juego los ilícitos, y heroicos... Mostréme perdidamente enamorado de la dueña, cuando sólo lo estaba de la cajita de oro; cortejé en apariencia a una mujer, cuando sólo cortejaba a un secreto; hice como si persiguiese la dicha... cuando sólo perseguía la satisfacción de la curiosidad. Y la suerte, que acaso me negaría la victoria si la victoria realmente me importase, me la concedió..., por lo mismo que al concedérmela me echaba encima un remordimiento.
No obstante, después de mi triunfo, la que ya me entregaba cuanto entrega la voluntad rendida, defendía aún, con invencible obstinación, el misterio de la cajita de oro. Desplegando zalameras coqueterías o repentinas y melancólicas reservas; discutiendo o bromeando, apurando los ardides de la ternura o las amenazas del desamor, suplicante o enojado, nada obtuve; la dueña de la caja persistió en negarse a que me enterase de su contenido, como si dentro del lindo objeto existiese la prueba de algún crimen.
Repugnábame emplear la fuerza y proceder como procedería un patán, y además, exaltado ya mi amor propio (a falta de otra exaltación más dulce y profunda), quise deber al cariño y sólo al cariño de la hermosa la clave del enigma. Insistí, me sobrepujé a mí mismo, desplegué todos los recursos, y como el artista que cultiva por medio de las reglas la inspiración, llegué a tal grado de maestría en la comedia del sentimiento, que logré arrebatar al auditorio. Un día en que algunas fingidas lágrimas acreditaron mis celos, mi persuasión de que la cajita encerraba la imagen de un rival, de alguien que aún me disputaba el alma de aquella mujer, la vi demudarse, temblar, palidecer, echarme al cuello los brazos y exclamar, por fin, con sinceridad que me avergonzó:
-¡Qué no haría yo por ti! Lo has querido.... pues sea. Ahora mismo, verás lo que hay en la caja.
Apretó un resorte; la tapa de la caja se alzó y divisé en el fondo unas cuantas bolitas tamañas como guisantes, blanquecinas, secas. Miré sin comprender, y ella, reprimiendo un gemido, dijo solemnemente:
-Esas píldoras me las vendió un curandero que realizaba curas casi milagrosas en la gente de mi aldea. Se las pagué muy caras, y me aseguró que, tomando una al sentirme enferma, tengo asegurada la vida. Sólo me advirtió que si las apartaba de mí o las enseñaba a alguien, perdían su virtud. Será superstición o lo que quieras: lo cierto es que he seguido la prescripción del curandero, y no sólo se me quitaron achaques que padecía (pues soy muy débil), sino que he gozado salud envidiable. Te empeñaste en averiguar... Lo conseguiste... Para mí vales tú más que la salud y que la vida. Ya no tengo panacea; ya mi remedio ha perdido su eficacia; sírveme de remedio tú; quiéreme mucho, y viviré.
Quedéme frío. Logrado mi empeño, no encontraba dentro de la cajita sino el desencanto de una superchería y el cargo de conciencia del daño causado a la persona que, al fin, me amaba. Mi curiosidad, como todas las curiosidades, desde la fatal del Paraíso hasta la no menos funesta de la ciencia contemporánea, llevaba en sí misma su castigo y su maldición. Daría entonces algo bueno por no haber puesto en la cajita los ojos. Y tan arrepentido que me creí enamorado; cayendo de rodillas a los pies de la mujer que sollozaba, tartamudeé:
-No tengas miedo... Todo eso es una farsa, un indigno embuste... El curandero mintió... Vivirás, vivirás mil años... Y aunque hubiesen perdido su virtud las píldoras, ¿qué? Nos vamos a la aldea, y compramos otras... Todo mi capital le doy al curandero por ellas.
Me estrechó, y sonriendo en medio de su angustia, balbuceó a mi oído:
-El curandero ha muerto.
Desde entonces, la dueña de la cajita -que ya no la ocultaba ni la miraba siquiera, dejándola cubrirse de polvo en un rincón de la estantería forrada de felpa azul- empezó a decaer, a consumirse, presentando todos los síntomas de una enfermedad de languidez, refractaria a los remedios. Cualquiera que no me tenga por un monstruo supondrá que me instalé a su cabecera y la cuidé con caridad y abnegación. Caridad y abnegación digo, porque otra cosa no había en mí para aquella criatura de quien había sido verdugo involuntario. Ella se moría, quizá de pasión de ánimo, quizá de aprensión, pero por mi culpa; y yo no podía ofrecerle, en desquite de la vida que le había robado, lo que todo lo compensa: el don de mí mismo, incondicional, absoluto. Intenté engañarla santamente para hacerla dichosa, y ella, con tardía lucidez, adivinó mi indiferencia y mi disimulado tedio, y cada vez se inclinó más hacia el sepulcro.
Y al fin cayó en él, sin que ni los recursos de la ciencia ni mis cuidados consiguiesen salvarla. De cuantas memorias quiso legarme su afecto, sólo recogí la caja de oro. Aún contenía las famosas píldoras, y cierto día se me ocurrió que las analizase un químico amigo mío, pues todavía no se daba por satisfecha mi maldita curiosidad. Al preguntar el resultado del análisis, el químico se echó a reír.
-Ya podía usted figurarse -dijo- que las píldoras eran de miga de pan. El curandero (¡si sería listo!) mandó que no las viese nadie..., para que a nadie se le ocurriese analizarlas. ¡El maldito análisis lo seca todo!

Mi suicidio

A Campoamor
Muerta «ella»; tendida, inerte, en el horrible ataúd de barnizada caoba que aún me parecía ver con sus doradas molduras de antipático brillo, ¿qué me restaba en el mundo ya? En ella cifraba yo mi luz, mi regocijo, mi ilusión, mi delicia toda..., y desaparecer así, de súbito, arrebatada en la flor de su juventud y de su seductora belleza, era tanto como decirme con melodiosa voz, la voz mágica, la voz que vibraba en mi interior produciendo acordes divinos: «Pues me amas, sígueme.»
¡Seguirla! Sí; era la única resolución digna de mi cariño, a la altura de mi dolor, y el remedio para el eterno abandono a que me condenaba la adorada criatura huyendo a lejanas regiones.
Seguirla, reunirme con ella, sorprenderla en la otra orilla del río fúnebre... y estrecharla delirante, exclamando: «Aquí estoy. ¿Creías que viviría sin ti? Mira cómo he sabido buscarte y encontrarte y evitar que de hoy más nos separe poder alguno de la tierra ni del cielo.»
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Determinado a realizar mi propósito, quise verificarlo en aquel mismo aposento donde se deslizaron insensiblemente tantas horas de ventura, medidas por el suave ritmo de nuestros corazones... Al entrar olvidé la desgracia, y parecióme que «ella», viva y sonriente, acudía como otras veces a mi encuentro, levantando la cortina para verme más pronto, y dejando irradiar en sus pupilas la bienvenida, y en sus mejillas el arrebol de la felicidad.
Allí estaba el amplio sofá donde nos sentábamos tan juntos como si fuese estrechísimo; allí la chimenea hacia cuya llama tendía los piececitos, y a la cual yo, envidioso, los disputaba abrigándolos con mis manos, donde cabían holgadamente; allí la butaca donde se aislaba, en los cortos instantes de enfado pueril que duplicaban el precio de las reconciliaciones; allí la gorgona de irisado vidrio de Salviati, con las últimas flores, ya secas y pálidas, que su mano había dispuesto artísticamente para festejar mi presencia... Y allí, por último, como maravillosa resurrección del pasado, inmortalizando su adorable forma, ella, ella misma... es decir, su retrato, su gran retrato de cuerpo entero, obra maestra de célebre artista, que la representaba sentada, vistiendo uno de mis trajes preferidos, la sencilla y airosa funda de blanca seda que la envolvía en una nube de espuma. Y era su actitud familiar, y eran sus ojos verdes y lumínicos que me fascinaban, y era su boca entreabierta, como para exclamar, entre halago y represión, el «¡qué tarde vienes!» de la impaciencia cariñosa; y eran sus brazos redondos, que se ceñían a mi cuello como la ola al tronco del náufrago, y era, en suma, el fidelísimo trasunto de los rasgos y colores, al través de los cuales me había cautivado un alma; imagen encantadora que significaba para mí lo mejor de la existencia... Allí, ante todo cuanto me hablaba de ella y me recordaba nuestra unión; allí, al pie del querido retrato, arrodillándome en el sofá, debía yo apretar el gatillo de la pistola inglesa de dos cañones -que lleva en su seno el remedio de todos los males y el pasaje para arribar al puerto donde «ella» me aguardaba...-. Así no se borraría de mis ojos ni un segundo su efigie: los cerraría mirándola, y volvería a abrirlos, viéndola no ya en pintura, sino en espíritu...
La tarde caía; y como deseaba contemplar a mi sabor el retrato, al apoyar en la sien el cañón de la pistola, encendí la lámpara y todas las bujías de los candelabros. Uno de tres brazos había sobre el secrétaire de palo de rosa con incrustaciones, y al acercar al pábilo el fósforo, se me ocurrió que allí dentro estarían mis cartas, mi retrato, los recuerdos de nuestra dilatada e íntima historia. Un vivaz deseo de releer aquellas páginas me impulsó a abrir el mueble.
Es de advertir que yo no poseía cartas de ella: las que recibía devolvíalas una vez leídas, por precaución, por respeto, por caballerosidad. Pensé que acaso ella no había tenido valor para destruirlas, y que de los cajoncitos del secrétaire volvería a alzarse su voz insinuante y adorada, repitiendo las dulces frases que no habían tenido tiempo de grabarse en mi memoria. No vacilé -¿vacila el que va a morir?- en descerrajar con violencia el primoroso mueblecillo. Saltó en astillas la cubierta y metí la mano febrilmente en los cajoncitos, revolviéndolos ansioso.
Sólo en uno había cartas. Los demás los llenaban cintas, joyas, dijecillos, abanicos y pañuelos perfumados. El paquete, envuelto en un trozo de rica seda brochada, lo tomé muy despacio, lo palpé como se palpa la cabeza del ser querido antes de depositar en ella un beso, y acercándome a la luz, me dispuse a leer. Era letra de ella: eran sus queridas cartas. Y mi corazón agradecía a la muerta el delicado refinamiento de haberlas guardado allí, como testimonio de su pasión, como codicilo en que me legaba su ternura.
Desaté, desdoblé, empecé a deletrear... Al pronto creía recordar las candentes frases, las apasionadas protestas y hasta las alusiones a detalles íntimos, de esos que sólo pueden conocer dos personas en el mundo. Sin embargo, a la segunda carilla un indefinible malestar, un terror vago, cruzaron por mi imaginación como cruza la bala por el aire antes de herir. Rechacé la idea; la maldije; pero volvió, volvió..., y volvió apoyada en los párrafos de la carilla tercera, donde ya hormigueaban rasgos y pormenores imposibles de referir a mi persona y a la historia de mi amor... A la cuarta carilla, ni sombra de duda pudo quedarme: la carta se había escrito a otro, y recordaba otros días, otras horas, otros sucesos, para mí desconocidos...
Repasé el resto del paquete; recorrí las cartas una por una, pues todavía la esperanza terca me convidaba a asirme de un clavo ardiendo... Quizá las demás cartas eran las mías, y sólo aquélla se había deslizado en el grupo, como aislado memento de una historia vieja y relegada al olvido... Pero al examinar los papeles, al descifrar, frotándome los ojos, un párrafo aquí y otro acullá, hube de convencerme: ninguna de las epístolas que contenía el paquete había sido dirigida a mí... Las que yo recibí y restituí con religiosidad, probablemente se encontraban incorporadas a la ceniza de la chimenea; y las que, como un tesoro, «ella» había conservado siempre, en el oculto rincón del secrétaire, en el aposento testigo de nuestra ventura..., señalaban, tan exactamente como la brújula señala al Norte, la dirección verdadera del corazón que yo juzgara orientado hacia el mío... ¡Más dolor, más infamia! De los terribles párrafos, de las páginas surcadas por rengloncitos de una letra que yo hubiese reconocido entre todas las del mundo, saqué en limpio que «tal vez».... al «mismo tiempo».... o «muy poco antes»... Y una voz irónica gritábame al oído: «¡Ahora sí.... ahora sí que debes suicidarte, desdichado!»
Lágrimas de rabia escaldaron mis pupilas; me coloqué, según había resuelto, frente al retrato; empuñé la pistola, alcé el cañón... y, apuntando fríamente, sin prisa, sin que me temblase el pulso.... con los dos tiros.... reventé los dos verdes y lumínicos ojos que me fascinaban.

El amor asesinado


Nunca podrá decirse que la infeliz Eva omitió ningún medio lícito de zafarse de aquel tunantuelo de Amor, que la perseguía sin dejarle punto de reposo.
Empezó poniendo tierra en medio, viajando para romper el hechizo que sujeta al alma a los lugares donde por primera vez se nos aparece el Amor. Precaución inútil, tiempo perdido; pues el pícaro rapaz se subió a la zaga del coche, se agazapó bajo los asientos del tren, más adelante se deslizó en el saquillo de mano, y por último en los bolsillos de la viajera. En cada punto donde Eva se detenía, sacaba el Amor su cabecita maliciosa y le decía con sonrisa picaresca y confidencial: «No me separo de ti. Vamos juntos.»
Entonces Eva, que no se dormía, mandó construir altísima torre bien resguardada con cubos, bastiones, fosos y contrafosos, defendida por guardias veteranos, y con rastrillos y macizas puertas chapeadas y claveteadas de hierro, cerradas día y noche. Pero al abrir la ventana, un anochecer que se asomó agobiada de tedio a mirar el campo y a gozar la apacible y melancólica luz de la luna saliente, el rapaz se coló en la estancia; y si bien le expulsó de ella y colocó rejas dobles, con agudos pinchos, y se encarceló voluntariamente, sólo consiguió Eva que el amor entrase por las hendiduras de la pared, por los canalones del tejado o por el agujero de la llave.
Furiosa, hizo tomar las grietas y calafatear los intersticios, creyéndose a salvo de atrevimientos y demasías; mas no contaba con lo ducho que es en tretas y picardihuelas el Amor. El muy maldito se disolvió en los átomos del aire, y envuelto en ellos se le metió en boca y pulmones, de modo que Eva se pasó el día respirándole, exaltada, loca, con una fiebre muy semejante a la que causa la atmósfera sobresaturada de oxígeno.
Ya fuera de tino, desesperando de poder tener a raya al malvado Amor, Eva comenzó a pensar en la manera de librarse de él definitivamente, a toda costa, sin reparar en medios ni detenerse en escrúpulos. Entre el Amor y Eva, la lucha era a muerte, y no importaba el cómo se vencía, sino sólo obtener la victoria.
Eva se conocía bien, no porque fuese muy reflexiva, sino porque poseía instinto sagaz y certero; y conociéndose, sabía que era capaz de engatusar con maulas y zalamerías al mismo diablo, que no al Amor, de suyo inflamable y fácil de seducir. Propúsose, pues, chasquear al Amor, y desembarazarse de él sobre seguro y traicioneramente, asesinándole.
Preparó sus redes y anzuelos, y poniendo en ellos cebo de flores y de miel dulcísima, atrajo al Amor haciéndole graciosos guiños y dirigiéndole sonrisas de embriagadora ternura y palabras entre graves y mimosas, en voz velada por la emoción, de notas más melodiosas que las del agua cuando se destrenza sobre guijas o cae suspirando en morisca fuente.
El Amor acudió volando, alegre, gentil, feliz, aturdido y confiado como niño, impetuoso y engreído como mancebo, plácido y sereno como varón vigoroso.
Eva le acogió en su regazo; acaricióle con felina blandura; sirvióle golosinas; le arrulló para que se adormeciese tranquilo, y así que le vio calmarse recostando en su pecho la cabeza, se preparó a estrangularle, apretándole la garganta con rabia y brío.
Un sentimiento de pena y lástima la contuvo, sin embargo, breves instantes. ¡Estaba tan lindo, tan divinamente hermoso el condenado Amor aquel! Sobre sus mejillas de nácar, palidecidas por la felicidad, caía una lluvia de rizos de oro, finos como las mismas hebras de la luz; y de su boca purpúrea, risueña aún, de entre la doble sarta de piñones mondados de sus dientes, salía un soplo aromático, igual y puro. Sus azules pupilas, entreabiertas, húmedas, conservaban la languidez dichosa de los últimos instantes; y plegadas sobre su cuerpo de helénicas proporciones, sus alas color de rosa parecían pétalos arrancados. Eva notó ganas de llorar...
No había remedio; tenía que asesinarle si quería vivir digna, respetada, libre..., no cerrando los ojos por no ver al muchacho, apretó las manos enérgicamente, largo, largo tiempo, horrorizada del estertor que oía, del quejido sordo y lúgubre exhalado por el Amor agonizante.
Al fin, Eva soltó a la víctima y la contempló... El Amor ni respiraba ni se rebullía; estaba muerto, tan muerto como mi abuela.
Al punto mismo que se cercioraba de esto, la criminal percibió un dolor terrible, extraño, inexplicable, algo como una ola de sangre que ascendía a su cerebro, y como un aro de hierro que oprimía gradualmente su pecho, asfixiándola. Comprendió lo que sucedía...
El Amor a quien creía tener en brazos, estaba más adentro, en su mismo corazón, y Eva, al asesinarle, se había suicidado.

Final de una espera




“Vendré dentro de cuatro años. Si no regreso, significa que he muerto o me han capturado los extranjeros” “No digas eso, que eso no pasará” Eran las últimas frases que se dijeron dos enamorados, cuando el novio tuvo que combatir en la gran guerra. La mujer, entonces, lo esperó por cuatro años. No aceptó casarse con ningún otro, por más que le decían que, posiblemente, haya muerto. No recibió ninguna carta ni noticia de su amado. A lo mejor, de tanto combatir, no tenía ni tiempo de escribirle. Todos los días rezaba por él, para que no le pasara nada. El día e que terminarían esos cuatro años de espera, llegó. Ella se sentó en una silla, mirando su patio. No cambió casi nada desde aquel atardecer, en que se dieron su último beso antes de separarse. Ella recordaba eso, cada vez que miraba el atardecer. Pero ese día, miraba el atardecer como esperando el final de la espera. ¿Cuándo terminará la guerra? Ya bastante larga fue. Durante todo ese tiempo, lo esperó. Ya deseaba volver a ver a su amado, para vivir juntos una vida de paz y de amor por toda la eternidad. Seguía mirando el atardecer. El sol bajaba lentamente, dejando en el cielo unos colores raros. Él no venía. ¿Para qué esperar? De seguro, si aún seguía con vida, sería bastante raro. Algunas mujeres ya la llamaban, pero ella no les hacía caso. Se quedaría ahí, hasta que fuese la medianoche, para darse cuenta de que él nunca más regresará. Vuelven a llamarla. Pero esta vez, no eran las otras mujeres. La voz que la llamaba era más bien masculina. Reconocía esa voz. Vio cómo salía él, de entre los árboles, con su traje de soldado totalmente roto. Ella se levantó, empezó a correr hacia él para abrazarlo. Pero entonces, él hace un gesto para detenerla. - Lo siento, mi amor- le dijo- pero estoy muerto. Soy un fantasma. - No puede ser- dijo la mujer- tú dijiste que no vendrías si morías. - En realidad, he muerto hace como dos años. Me di cuenta hace poco, ya que nadie me veía ni me hacía caso. Todo este tiempo me pregunté el porqué no fui adonde van todos los muertos. Ya encontré mi respuesta: solo quería verte, saber que te encontrabas bien. Ahora puedo descansar en paz. - ¡Espera!- le dijo la mujer, al ver que se iba- solo te amo a ti. Ya no quiero vivir más, solo quiero estar contigo. Para eso te esperé. ¿Puedes llevarme? El hombre la miró por unos momentos. Luego, extendió su mano y le dijo: - Ven conmigo. Los dos se abrazaron. Fue exactamente igual a hace cuatro años: se besaron mientras el sol se ocultaba totalmente en el horizonte. La espera terminó. Ahora, los dos viven muy felices, aunque no en esta vida. Nadie sabe el porqué ella murió, porque cuando comenzó la noche, las mujeres del lugar encontraron su cuerpo sin vida entre los yuyos. Dijeron que el cadáver tenía una expresión alegre, como si fuera que valió la pena hacer lo que hizo en vida, como si fuera que por fin podría descansar en paz, luego de cuatro años de espera y tensión. La espera, al fin, ya terminó.
Por Marisol

Cuando Tenga Tiempo Me Suicido





Encontré al señor Dumbar en el puente que cruza el río que divide la ciudad del afuera. Hacia casi diez años que no lo veía; desde aquella noche en que dijo firmemente que su idea era suicidarse. Recuerdo que aquella vez había varias personas, pero que fue a mí al único que le llamó la atención aquella declaración. El resto de los que estaban en la reunión conocían a Dumbar un poco mejor que yo, y por lo que dijeron, luego de que el se retirara, el hombre solía expresar muy seguido su afinidad para con esa determinación, y que por eso ya nadie le prestaba mayor atención. Además, según me comentaron, nunca le daba tono de tragedia a su declaración.
-Dumbar ¿Se acuerda de mí?
El hombre delgado, de mirada melancólica y transparente, se quedó callado y recorrió mi figura con la vista.
- Nos conocimos en una cena en la casa de Octavio Fresán, la noche que...
- Ah, sí. ¿Cómo anda esa gente?
- No sé señor. Hace tiempo que no los veo.
- Eso fue hace como diez años- dijo Dumbar, y volvió a clavar su mirada en el río oscuro.
- Sí. Más o menos diez años.
- Qué cosa - exclamó - y cómo se acuerda usted de mí después de tanto tiempo.
- Bueno, aquella noche usted había hablado de suicidio y a mí me llamó la atención que...
Dumbar interrumpió el diálogo con una risa apenas sonora - Claro, usted creerá que yo me despido así en las reuniones para que los presentes no me olviden.
Yo sonreí - No, pero de ser así le ha dado resultado. Yo recuerdo el momento en que usted se puso de pie y con toda la seriedad del caso dijo que se retiraba porque se iba a matar.
- Sí. Y ahora estará pensando: este viejo es un cretino mentiroso.
- No. Por supuesto que no. Usted tendría sus razones. Me alegra ver que ha cambiado de parecer.
Dumbar volvió a mirarme y respondió algo turbado -¿Quién le dijo eso?- Luego giro el cuerpo para quedar de espaldas al río y frente a mí.
- Bueno, han pasado diez años.
- Usted se cree que es tan fácil. Que uno dice voy a terminar con esto y termina así como así. Yo nací con ese sentimiento, de pequeño fui a parar al hospital tres veces por saltar desde la cuna al piso. Mi madre, muy religiosa, trato en vano de inculcarme la convicción de que ese tipo de determinación está en manos de Dios. Con el paso del tiempo la vida se fue complicando y, como le decía, las cosas no son tan simples.
- Entiendo.
- Mis padres necesitaban que yo trabaje y así lo hice. Cuando ellos murieron en el accidente del Bahía Dolores, yo pude elegir. Trabé todas las puertas y abrí la llave de gas. Vacíe un frasco de pastillas en mi estómago y acabe con la botella de un whisky que estaba listo para ser abierto sólo para aquella ceremonia.
Dumbar notaba que yo seguía atentamente su relato a medida que el sol se ocultaba en su espalda y desaparecía en el río.
- Algo salió mal. Se escucho un estallido; debió ser mi maldita costumbre de fumar antes de irme a dormir. Estuve inconsciente por más de seis meses. Cuando abrí los ojos la vi a ella, casi una aparición bíblica. Una mujer morena, con sonrisa placida y unas manos suaves; muy suaves, como su modo de hablar.
Dumbar se quedó en silencio un instante, encendió un cigarrillo y continuó el relato.
- Era una enfermera, y dicen que me cuidó como nadie lo hubiera hecho durante tanto tiempo. Lo cierto es que me casé con ella y que con ella tuve un hijo. Conseguí un nuevo trabajo y vivimos más de cinco años en una pequeña casa que ella hacía parecer grandiosa. Un día se cansó de cuidarme y se fue lejos llevándose al hijo.Yo no me atreví a comentar todo aquello más que con una mueca o el arqueo de mis cejas.
- Cuando estuve listo nuevamente, fui elegido representante de mis compañeros en el gremio. No pude dejarlos solos. Buscaba que me echen exigiendo lo imposible y eso fue peor. La patronal me decía a todo que sí y los muchachos se creían que yo era un héroe en vez de un simple suicida buscando que lo retiren del juego. Al final me pudieron desplazar, pero ya habían pasado cinco años más. De aquel tiempo fue la reunión en donde nos conocimos.
Sonreí como lo haría un espectador viéndose entrar en la película.
- Aquella noche llegué a mi casa y decidí hacer una nota. Un escrito ¿Entiende? Un suicidio sin dejar una nota no sirve. Bueno, no importa, la cuestión es que advertí que no había nadie en mi vida como para que leyera esas líneas. Así que escribí y se la lleve a un amigo que hacía mucho no veía. Él la leyó y me pidió que le diera unos días. Yo no estaba tan apurado, así que escuche el pedido.
Dumbar consumió el resto de tabaco que le quedaba y la brasa cayó al agua para apagarse en la oscuridad de la noche.- Tres días después, este amigo, llego a mi casa para comentarme que mi especie de testamento inmaterial había sido leído por un editor que estaba muy interesado en que yo amplíe mis notas para ser compiladas en un libro.
Dumbar me miró con desgano y dio un repentino giro para quedar nuevamente de cara al río que ya no se distinguía del resto del paisaje nocturno.
- Y aquí estoy.
- ¿Hoy es el día?- le pregunté con cierto temor.
- ¿Hoy? Hoy no, imposible. Mañana tengo una reunión en una librería... El contrato... No sé, quizás después de terminar mi último libro...
- Bueno, me alegra. Digo, usted está bien ¿no?
- Estoy resignado. Sabe qué, ya estoy viejo. Quizás todos seamos suicidas resignados a que nos sorprenda la muerte.
Dumbar me dio la mano y se retiró con paso tranquilo bordeando el fluido constante de las luces que cruzaban el puente.
Quizás todo suicida justifique su acción en el miedo que causa la posibilidad de que la muerte lo sorprenda a uno. Puede que sea la única elección de vida que les quede a quienes en la vida no pudieron elegir nunca. Tal vez todo radique en la falsa fantasía de que la vida viaja por la ruta de las grandes decisiones y no por el camino angosto y polvoriento de las pequeñas elecciones.
Por unos minutos, así me quedé: mirando el río que ya no se veía, en el lugar preciso donde el señor Dumbar, hacía un instante, había estado, quizás, pensando cosas parecidas.
por José M. Pascual

Los tres libros de ella




No se supo explicar por qué el día estaba tan lindo y ella se sentía igual que siempre. La T.V. daba las noticias de "interés público" y el resto de los electrodomésticos también estaban funcionando. Papá estaba listo para salir a trabajar, mamá servía el café, ella lucía el uniforme bien planchado y clavaba los ojos a medio abrir en las partes blancas del diario o en alguna que otra foto.
La falda tableada le caía sobre los muslos como sin interés, estaba lista. Antes de que todos terminen de desayunar, saludó, tomó los libros y salió a una calle de árboles muertos por el otoño. El sol pegaba y rebotaba, como patinando sobre los tejados. Su pelo se soltó con una hábil ayuda de dos de sus dedos. El pueblo es miserablemente chico y es fácil escapar de cualquier cosa menos del destino. El edificio del colegio siguió de largo y como si todos la hubiesen visto a través de las viejas ventanas, se lanzó como una flecha a partir en dos al viento. Corrió hasta que los latidos de su corazón le empezaron a golpear la cabeza.
Subió a la colina desde donde el pueblo se ve como una maqueta. El cabello, ya era revuelto de pequeños brillos, estaba bien despierta, el uniforme había perdido la rigidez del planchado, uno de sus cordones le daba dulces latigazos a la hierba y las medias apenas le abrazaban los tobillos.
Los zapatos fueron abandonados a unos pasos. La camisa ya no apretaba. Miró hacia abajo y aspiro para hinchar sus pulmones con el aire fresco del monte. Se desplomó intencionalmente en el pasto, cruzó las piernas, luego las descruzó y casi al mismo tiempo sonrió; sonrió con la boca, con los ojos, con la nariz, con todo.Se quedó como si nada existiera después de ese momento, como si no hubiera ser sobre la tierra que pudiera llegar a reprocharle algo nunca. Estática y relajada disfrutó imaginando que percibía la rotación del planeta. El cielo estaba cerca, su cuerpo se estremecía entre la humedad del verde suave y fresco.
Se acurrucó entre la naturaleza vegetal y entonces la tela le molestó. Ardió el ritual del fuego, su sangre corrió joven y placida por sus venas nuevas. Si alguien la hubiese visto. Pensó algo y volvió a pensarlo. Su mano tomó los tres libros que estaban junto a su cadera, se puso de pie y los arrojó tan lejos como pudo, lejos de su vista, lejos antes de ser leídos. Después durmió. Soñó que la rescataban de ningún peligro, que la abrazaban para protegerla de ningún acecho y que la amaban sin preguntas.
Sus zapatos estaban a mitad de camino y siguieron allí hasta que volvieron a cubrirle los pies. Llegó a su casa cerca de la hora en que la luna sale pero aún hay luz del sol. Nadie había notado su ausencia. Todos hicieron más o menos lo de siempre para reunirse en las mesas y contarlo diferente. Nadie supo que, por un día, ella se había ido lejos.
Pasaron los años y el pueblo la dejó escapar de todo menos del destino. Escribió tres libros que nadie leyó. Tres libros parecidos a los que un día su hija lanzó bien lejos, allí cerca de la colina, una tarde en que se había ido lejos de todo y de todos. Tres libros que eran parecidos a los que había escrito su madre, la madre de su madre y la madre de esta.
por José M. Pascual

miércoles, 9 de enero de 2008

Por fin

Por fin .. esperar n tiempo para salir de vacaciones junto a toda mi familia las personas k mas amo en este mundo...k rico .. ya me voy ..
amiguisss .. después le enviare la dire nueva del blogger ..seguro llegare con mas animo de pensar .. jajaja .. pk ahora toy agotada.-

graxxx a mis amigos del msn .. por todo .. a mi bro k lo adoro mucho . k es un amor y el sabe k siempre puede confiar en mi .. para eso estamos aca.-
a mi kuuu linda pexoxa suerte mi nena y ya sabes ... aca toy pa ti...


yap ..me alejo de todo esta pendejeria del chat... por fin ya cerre etapas k un dia me marcaron y no me dejaban salir de aca ...ahora puedo decir .. k me voy feliz .. feliz de tener gente en mi msn k vale la pena .. feliz pork ustedes siempre estaran aca ... los kiero mucho y gracias por toda esta amistad k me brindaron.

ahora ya saben donde me encuentran .. donde estare..para ustedes ..
siento k ya puedo respirar ...sabia k tarde o temprano lograria olvidar

adeuu a todosss

martes, 8 de enero de 2008

Increible

Si es increíble k aun existan personas en este mundo . año 2008 k creen k todo el mundo gira alrededor de ellos .. egocéntricos total .. personas poco normales en fin .. me rió de tanta tontera k uno puede leer..

creo k este año es mio ..me pertenece .. bueno no tan solo a mi . si no a todas las personas k llevan el signo leo ..es un año de renovacion un año especial .. el cual estoy segura k me entregara mucha felicidad ..
he comenzado el año maravilloso .. y espero terminarlo aun mas divino ..
toda piedra k encontré ..todas las palabras k me dijeron se las llevo el viento y hoy me siento mas feliz k nunca ... estoy conociendo gente maravillosa.. amigos nuevos y la gente k me estima aun esta acá para mi y yo para ellos, son personas tan especial k están conmigo en las buenas y malas.. han escuchado cada palabra y me han dado animo para lograr mis metas...
alguien muy especial para mi .. un gran amigo fue el primero en darme el empujón k hoy se convierte en mi carrera y k aun estamos en contacto y no me canso de darle las gracias..
mi geme ... una chica espectacular.. molestosa, sarcástica, como yo. k ha sido mi paño de lágrima y siempre esta a mi lado ..te kiero muchito ggatubela
mi partner .. mi socia .. mi mitad .. jajajaja igual k mi geme .. es una chica espectacular confío plenamente en ella y se k jamas me va a traicionar.. te kiero chilena33 .
mi primiss .. mi familia el alma de la casa .. jajajaja ...una mujer encantadora .. k diga lo contrario mi primo k lo tiene loko jajajaj .. al igual k mis otras dos amigas .. me ha ofrecido una amistad sincera , buena, de corazón .. y yo me siento mas k afortunada de tenerlas acá a mi lado.
piritaa .. mi socio mi primo mi cable a tierra .. gracias pk sin ti jamas me hubiera recuperado.. te debo mucho y se k eres el hombre mas sensato k conozco..mas maduro y siempre tienes una respuesta correcta para todo .. admiro la suerte de mi primis al tenerte a su lado.
hacktivis.. aunk hace mas de un mes k no te leo .. igual me llegan tus correos, eres un gran hombre .. inteligente y ya sabes ..mi casa es tu casa, te puedes venir el día k kieras a chile, acá te espero.-

en fin ..tengo mucho k aprender este año. muchas metas aun por cumplir k me kitan el sueño y llenan mi vida de placer. por fin cerré una etapa, grande yo.!!
ahora puedo eliminar muchas cosas k poco a poco cambian el valor .. me doy cuenta k existen personas mucho mas importante k jamas descubrí por estar dedicada solo a alguien para ofrecer lo mejor de mi ... y otras k jamas les di nada aun están acá .. a mi lado acompañandome y guiándome ... k rico es sentir esto. como un peso menos dentro de uno...

ahora tampoco me puedo olvidar de mi nuevo amigo .. jajajaja .. k me gana todos los juegos. injusto..!! y yo pensé k eras un engreído y sobrado y me doy cuenta k me equivoque...alto ahí .. o disparo //00.. jajajaja
ya con eso basta...seguro sabes k me refiero a ti.-

lo dejare clarito el nombre para k otras personas con las k juego no se prendan de las palabras ...ALBERTINNI.. mi amiguito mexicano ...no debes jugar con ese programa tramposo .. tienes k usar tu mente .. jajajaja
si no .. siempre me ganaras..!!

weno weno .. me keda poquito para salir de acá ... toy loka por irme luego a la playa y asi entrar de una a mi practica profesional ... pa k pase luego el año y nuevamente estudiar ...k feliz toyyy ... serena ailoviu .. pronto estaré allá ... tu esperame así .. linda como siempre .sol.. mar , playa en la arena .. yeaaaaa
adiós año 2007 .. y k pase el 2008 con nuevas propuestas...y mas feliz.